Las primeras elecciones
multirraciales del 27 de abril de 1994 dieron la victoria al ANC (el Congreso
nacional africano) con casi el 63% de los votos. El 10 de mayo, el Parlamento
designó a Nelson Mandela como el primer presidente negro de la historia
sudafricana.
Había
recuperado la libertad tan sólo cuatro años antes, después de dieciocho años en
el presidio de Robben Island y nueve años en Pollsmoor y Verster. A lo largo de
toda su vida se presentó como un interlocutor ineludible en busca de una
transición pacífica. Mandela ya no era el líder de la comunidad negra, sino el
que aunaba la nación sudafricana. Su tarea ya no era luchar contra un gobierno
blanco racista, sino promover la reconciliación.
Mandela
asumió el cargo bajo la presión de una expectativa enorme. Muchos negros vivían
sin electricidad ni agua corriente, el 50% era analfabeto a causa de la
enseñanza discriminatoria.
En
su presidencia, mantenía la idea de establecer una nueva Sudáfrica donde todos
fueran iguales, donde todos los sudafricanos trabajaran juntos para conseguir
la seguridad, la paz y la democracia de su país.